miércoles, 24 de junio de 2015

Conversión de Santa María Egipciaca

(Tomado del Libro “Las Glorias de María” escrito por San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia)

 Célebre es la historia de Santa María Egipciaca, que se refiere en el libro I de la “Vida de los Padres del Desierto”. A los doce años se fugó de la casa paterna y huyó a Alejandría, donde fue el escándalo de toda la ciudad, por la vida desenvuelta que llevaba. Al cabo de 16 años, pasados en todo género de torpezas, se dio a una vida vagabunda, llegando a esta suerte a Jerusalén, mientras se celebraba la fiesta de la Santa Cruz. Le ocurrió entrar en la iglesia, más bien por curiosidad que por devoción; pero al querer franquear los umbrales del templo sintió que una fuerza invisible le estorbaba el paso.

Tentó a entrar por segunda vez y de nuevo fue rechazada. Después de una tercera y cuarta tentativa infructuosa se retiró la desgraciada a un rincón del atrio. Dios le dio a entender con luz del Cielo que por su vida infame se había hecho indigna de entrar en la Iglesia.

Alzó los ojos y por fortuna vio una imagen de la Virgen, y deshecha en llanto le habló así: “¡Oh Madre de Dios, ten piedad de esta pobre pecadora! bien sé que mis pecados me han hecho indigna de gozar hasta de la más simple mirada tuya pero tú eres refugio de pecadores. Por amor de Jesús tu Hijo, ayúdame y permíteme entrar en la Iglesia, que quiero mudar de vida e ir a hacer penitencia donde tú me indiques”


Luego como si la Virgen le hubiese dado alguna respuesta oyó una voz interior que le dijo: “Ya sé que en tu desamparo has acudido a mí y quieres mudar de vida, entra en la iglesia que abiertas de par en par tiene las puertas. Entró la pecadora, adoró la cruz y quedó deshecha en llanto. Luego volviéndose a la imagen de María le dijo: “Señora, heme aquí dispuesta a obedecerte; ¿adónde quieres que me retire a hacer penitencia? Y la Virgen le contestó: “Anda, pasa el Jordán y hallarás el lugar de tu reposo”. Se confesó y comulgó, pasó el río, llegó al desierto y comprendió que allí era el lugar donde debía ejercitarse en la penitencia.

¿Quién podrá decir los asaltos que durante los primeros diecisiete años le dieron los demonios para hacerla volver a sus pasados extravíos? La penitente en tan duros lances no hacía más que encomendarse a María y la Virgen le dio las fuerzas necesarias para resistir durante los diecisiete años, transcurridos los cuales cesaron las luchas.

Finalmente, después de haber pasado en el desierto en el espacio de cincuenta y siete años y llegado a la edad de ochenta y siete, dispuso la providencia que la encontrase el abad Zósimo, el cual refirió toda su vida, acabando por suplicarle que fuera al año siguiente a darle la Comunión, después le rogó la santa que volviese también al siguiente año.

Acudió Zósimo a sus deseos pero al volver la haló muerta, viendo su cuerpo circundado de luz. Junto a su cabeza había unas palabras escritas que decían: “Entierra en este lugar el cadáver de esta pobre pecadora y ruega a Dios por ella”. El santo abad la enterró auxiliado por un león que acudió a cavar la fosa. De vuelta al monasterio refirió a los religiosos las maravillas que la misericordia divina había obrado con aquella feliz penitente.



(El Libro “Las Glorias de María” escrito por San Alfonso María de Ligorio puedes descargarlo gratis y sin virus, listo para leer, en el siguiente enlace: http://librossantos.blogspot.com)

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